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Channel: Comentarios en: Diario de un escritor – Fiodor M. Dostoievski
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Por: Miguel

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Pues aun reconociendo como válidos sus pros y sus contras, Sr. Molina, a la hora de enjuiciar la obra de Dostoievski, he de decir que la lectura de “Diario de un escritor” me ha resultado bastante más ardua de lo que de la reseña se desprende.

Adquirí el libro al poco de su publicación, casi siete años ya, guiado por los elogiosos comentarios de Andrés Trapiello en el apartado “El libro de la semana”, editado en el suplemento cultural del periódico “El País”. Nada se hablaba allí de posibles defectos entorpecedores de la lectura, únicamente se afirmaba que no nos hallábamos en absoluto en presencia de un diario, “ni mucho menos ante un cajón de sastre”, sino de un almanaque, ya que en él se contenían los que para la crítica eran los tres mejores relatos del autor ruso y, yendo más allá incluso, la catalogaba, junto a “Los hermanos Karamazov”, como su gran obra maestra.

Pues vaya usted a saber cuáles eran los fundamentos de semejantes afirmaciones, porque “Diario de un escritor” es lo que todos convendríamos en definir como el perfecto cajón de sastre, dotado de cierto orden, eso sí, y también de muchísima claridad; los tres relatos se quedan en poco más de dos, “Bobok” y, sobre todo, “La mansa”, ya que “El mujik Marei” no va más allá de un atisbo de esbozo literario y “El sueño de un hombre ridículo”, que tiene un arranque prometedor, se pierde muy pronto en los oscuros vericuetos de la culpa y la redención, para bordear, diría yo, el camino mismo del mesianismo. De lo de obra maestra prefiero no hablar, son tantos y tan inmensos los rivales con los que debe lidiar “Diario de un escritor”, que se me antoja una pura aberración clasificarla de esa guisa.

Convengo como afirma la reseña en que muchas de las crónicas atienden a detalles localistas, de poco o ningún interés para el hombre moderno de hoy en día, pero también es cierto que los temas centrales del libro: la crueldad con la infancia, la injusticia de la justicia, los problemas de la juventud, la pobreza del pueblo, la enseñanza de los jóvenes, son tan consustanciales al ser humano que, casi dos siglos después, desdichadamente, nos continúan sonando más de lo que todos desearíamos. Incluso el problema eslavo, tratado con amplitud en varias entradas del diario, mantiene una desgraciada actualidad, basta con abrir las páginas de cualquier periódico y observar las noticias sobre Ucrania para darse cuenta de la verdad de semejante afirmación.

Dostoievski pone de manifiesto, en cada una de sus opiniones, una profundidad y agudeza sin parangón; es su inteligencia la propia de un brillante polemista de mente ágil y despierta, pero ese torrente incontenible de ideas viene a condensarse muchas veces, más de las debidas, en un prontuario que roza de lleno el dogmatismo más inflexible. Le ocurre, por ejemplo, cuando comenta noticias referentes a los movimientos revolucionarios que convulsionaron la Rusia del siglo XIX: los decembristas, el círculo Petrashevski, en el que él precisamente participó, el grupo Chernishevski, los nihilistas, todos sin excepción, todos, recalco, cometieron el mismo error: separarse de la esencia y fe ortodoxa del pueblo ruso. Vamos, los ningunea y ridiculiza hasta tal extremo, – algo parecido hacía ya con determinados personajes en “Crimen y castigo” -, que dan ganas de etiquetarlos como poco más que cuatro señoritos descarriados, entretenidos en juegos revolucionarios. Cuatro señoritos, no olvidemos, añadiría yo, que se jugaron la vida como él mismo; Dostoievski tuvo suerte, otros no tanta.

Cuando se plantea las causas de la gran cantidad de suicidios de jóvenes en Rusia llega también a conclusiones precisas, la falta de fe en la inmortalidad del alma humana es la que lleva a los jóvenes a escapar del mundo. Su sucesión de argumentos es como sigue: 1. “Sin fe en el alma y en la inmortalidad de esa alma la existencia humana es antinatural, inconcebible insoportable” 2. “Sin ese principio el hombre se aviene a vivir precisamente como los animales, es decir, para comer, beber, dormir, construir un nido y tener hijos” 3. “¿Para qué vivir entonces cuando uno es consciente de que vivir como un animal es repugnante, anormal e insatisfactorio para un hombre? Curioso devenir de razonamientos, ni las mismas aporías de Zenón de Elea podrían superarlos.

Es este dogma extremo, esta fe ciega de nuevo converso, algo que siempre me ha rechinado en la maravillosa literatura de este genio de los genios, capaz de dudar y cuestionar todo pero también de agarrarse, como a un clavo ardiendo, a las teorías de las explicaciones únicas.

El libro es, en suma, el ideario de uno de los escritores más grandes que ha dado la historia de la literatura universal; se podrá estar de acuerdo, o no, con sus postulados, pero da idea certera del gran corazón que se escondía tras la pluma creadora de personajes como el Aliosha de “Los hermanos Karamazov” o el Raskólnikov de “Crimen y castigo”.

Cordiales saludos a los seguidores de solodelibros


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